Debo tanto mi felicidad como mi tristeza al amor del placer; del sexo, los viajes, la lectura, la conversación (oírme hablar a mi mismo), la comida, la bebida, los cigarrillos y los baños de agua caliente.
La realidad es lo que queda cuando estos placeres, junto a la esperanza en el futuro, el arrepentimiento del pasado, la vanidad del presente y todo lo que compone el aroma del yo son extraídos de la burbuja de aire en la que vivo.
Cuando dejamos de amar el hedor del animal humano, ya en los demás, ya en nosotros mismos, entonces estamos condenados a la tristeza, y empezamos a pensar con claridad cerca de los cuarenta años, un sueño singular en el que estuve a punto de entender el significado y comprender la naturaleza de lo que se pierde al perder el tiempo.
El placer en el presente mata el tiempo, es como el sueño, una anestesia inocuo: inocua una vez que reconocemos que la vida es tan dolorosa que requiere aquello que de otro modo sólo generaría culpa y remordimientos. En cambio, si comprendemos que el amor al placer puede aumentarse o reducirse según la necesidad, entonces cuando el placer se desvanece en el pasado dejara tras de si sólo la sensación de nostalgia, y esta nostalgia puede ser transformada en arte, y, una vez transformada de esta manera, todo resto de culpa relacionada con el placer desaparece.
Hoy mi mayor deseo es dormir seis meses, si no por siempre; es una manera de admitir que la vida se ha hecho insoportable, y y que debo buscar el placer cuando estoy despierto como sustituto del sueño. No posemos dormir veinticuatro horas diarias, pero al menos podemos intercalar el sueño y el placer, una vez que admitamos que, como el tratamiento a base de potentes narcóticos para las crisis nerviosas, son remedios sólo para los enfermos.
La irrealidad es lo que mas nos aleja de nosotros mismos, y la mayoría de los placeres son irreales.
En el sueño en el que me aproximo a los cuarenta años me vi a punto de morir y me di cuenta de que ya no era yo mismo, sino una criatura invadida por completo por parásitos, igual que la oruga es invadida por las larvas de las moscas.
La ginebra, el whisky, la pereza, el miedo, el tabaco se habían convertido en mis inquilinos; el alcohol chapoteaba dentro de mi, mientras zarcillos de melón y de vid asomaban por mi nariz y mis orejas; mi mente era un disco de gramófono gastado, mi yo autentico era tal ruina que parecía inexistente, y todo esto había ocurrido en los últimos tres años.
TODO ES UNA DROGA PELIGROSA EXCEPTO LA REALIDAD, QUE ES INSOPORTABLE
( EXTRAIDO DE "OBRA SELECTA", DE CYRIL CONNOLLY )
Those who can make you believe absurdities, will make you commit atrocitie —Voltaire
Saturday, September 02, 2006
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